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COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

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É Ano Santo! Somos também peregrinos da Esperança! - Jubileu 2025: Peregrinos da Esperança

Libreto Litúrgico | Ordenaciones Episcopales

  

ORDENACIÓN  EPISCOPAL
MONS. JOSÉ MANUEL FELEX,
MONS. ZURIEL ARIZMENDI Y
MONS. LUIS MARIO MEJÍA

PRESIDIDA POR SU SANTIDAD, EL PAPA
CLEMENTE III

BASÍLICA VATICANA DE SAN PEDRO


IV.I.MMXXV


—————————–————


RITOS INICIALES

1. Una vez reunido el pueblo, el Santo Padre se dirige al altar con los ministros durante el canto de entrada.

Cuando llega al altar, se inclina profundamente con los ministros, besa el altar en señal de veneración e inciensa la cruz y el altar. A continuación, se dirige con los ministros a las sillas.

Después del canto de entrada, el Santo Padre y los fieles, todos de pie, hacen la señal de la cruz, mientras el Santo Padre, de cara al pueblo, dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

El pueblo responde:

Amén.

2. A continuación, el Santo Padre abre los brazos y saluda a la gente:

La paz esté con ustedes

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

3. El Santo Padre invita a los fieles a un acto penitencial:

Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Y, golpeándose el pecho, dicen:

Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa.

Luego, prosiguen: 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

Sigue la absolución del sacerdote:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:

Amén.

4. Siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie, eléison).

HIMNO DEL GLORIA

5. En seguida se canta el himno Gloria a Dios en el Cielo (Gloria in excélsis Deo).

ORACIÓN COLECTA

6. Terminado el himno, el Santo Padre, con las manos juntas, dice:

Oremos.

Y todos rezan con el Santo Padre durante un rato en silencio.

Luego el Santo Padre, con los brazos abiertos, dice la oración colecta:

Te rogamos, Señor, que el esplendor de tu majestad ilumine nuestros corazones, para que podamos atravesar las tinieblas de este mundo y lleguemos a la patria de la claridad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

al terminar, el pueblo aclama:

Amén.



LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Is 60, 1-6)

7. El lector se dirige al ambón para proclamar la primera lectura, que todos escuchan sentados.

Lectura del libro de Isaías.
¡Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor,
y su gloria se verá sobre ti.
Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira:
todos ésos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.
Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Para indicar el final de la lectura, el lector aclama:

Palabra de Dios.

Todos responden:

Te alabamos, Señor.

Después de las lecturas, se recomiena un momento de silencio para meditar. 

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 71)

8. El salmista o cantor canta el salmo, y el pueblo el coro.

℟. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. ℟.

En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. ℟.

Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
póstrense ante él todos los reyes,
y sírvanle todos los pueblos. ℟.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(Ef 3, 2-3a. 5-6)

9. La segunda lectura, el lector la proclama desde el ambón como se ha descrito anteriormente.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.
Hermanos:
Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de ustedes, los gentiles.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Para indicar el final de la lectura, el lector aclama:

Palabra de Dios.

Todos responden:

Te alabamos, Señor.

10. Sigue la aclamación.

11. Mientras tanto, el Santo Padre, con el incienso, lo coloca en el turibulo. El diácono, que está a punto de proclamar el Evangelio, se inclina profundamente ante el Santo Padre y pide la bendición en voz baja:

Padre, dame tu bendición.

El Santo Padre dice en voz baja:

El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:

Amén.

EVANGELIO
(Mt 2, 1-12)

12. El diácono se dirige al ambón, acompañado de los ministros con el incienso y los ciriales, y dice:

El Señor esté con ustedes.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

El diácono dice:

 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En cuanto esto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho

El pueblo responde:

Gloria a ti, Señor.

A continuación, el diácono inciensa el libro y proclama el Evangelio.

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Vayan y averigüen cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encuentren, avísenme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

13. Cuando termina el Evangelio, el diácono aclama:

Palabra del Señor.

El pueblo responde:

Gloria a ti, Señor.

Luego lleva el libro al Santo Padre, que lo besa en silencio y bendice al pueblo.



LITURGIA DE LA ORDENACIÓN

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

14. Después el Santo Padre y los otros Obispos ordenantes se acercan, si es necesario, a las sedes preparadas para la Ordenación.

15. Estando todos de pie y sin mitra, se canta el himno Ven, Espíritu Creador (Veni Creator Spiritus).

PRESENTACIÓN DE LOS ELEGIDOS

16. Acabado el himno cada uno de los elegidos es acompañado por sus presbíteros asistentes hasta el Santo Padre, a quien hacen una reverencia.

Luego, el Prefecto del Dicastério para los Obispos, dice al Santo Padre:

Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia católica pide que ordenes Obispos a los presbíteros José Manuel Felex, Zuriel Arizmendi Luis Mario Mejía

El Santo Padre da su consentimiento, diciendo:

Con mucho gusto.

Todos aclamam:

Demos gracias a Dios.

HOMILÍA

17. Enseguida, estando todos sentados, el Santo Padre hace la homilía, en la que partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra, instruye al clero, al pueblo y al Obispo electo sobre el ministerio episcopal.

PROMESA DE LOS ELEGIDOS

18. Después de la homilía, solamente los elegidos se ponen de pie ante el Santo Padre, quien los interroga con estas palabras:

La antigua regla de los Santos Padres establece que quien ha sido elegido para el Orden Episcopal sea, ante el pueblo, previamente examinado sobre su fe y sobre su futuro ministerio. 

Por tanto, queridos hermanos: ¿Quieren consagrarse, hasta la muerte, al ministerio episcopal que hemos heredado de los Apóstoles, y que por la imposición de nuestras manos les va a ser confiado con la gracia del Espíritu Santo?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

¿Quieren anunciar con fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

¿Quieren conservar íntegro y puro el depósito de la fe, tal como fue recibido de los Apóstoles y conservado en la Iglesia siempre y en todo lugar?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

¿Quieren edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos, bajo la autoridad del sucesor de Pedro?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:
 
¿Quieren obedecer fielmente a mi, sucesor del Apóstol Pedro?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

Con amor de padre, ayudados de sus presbíteros y diáconos, ¿quieren cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirle por el camino de la salvación?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

Con los pobres, con los inmigrantes, con todos los necesitados ¿quieren ser siempre bondadosos y comprensivos?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

Como buenos pastores, ¿quieren buscar las ovejas dispersas y conducirlas al aprisco del Señor?

Los elegidos:

Si, quiero.

El Santo Padre prosigue:

¿Quieren rogar continuamente a Dios todopoderoso por el pueblo santo y cumplir de manera irreprochable las funciones del sumo sacerdocio?

Los elegidos:

Sí, quiero, con la gracia de Dios.

El Santo Padre concluye:

Dios, que comenzó en ustedes la obra buena, él mismo la lleve a término.

SÚPLICA LITÁNICA

19. En seguida, los Obispos dejan la mitra y todos se ponen de pie. El Santo Padre, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:

Oremos, hermanos, para que, en bien de la santa Iglesia, el Dios de todo poder y bondad derrame sobre estos elegidos la abundancia de su gracia.

Los elegidos se postran rostro en tierra.

20. O diácono invita al pueblo a ponerse de rodillas:

Pongámonos de rodillas.

y todos se arodillan.

21. Entonces se canta la Letanía de los Santos (Litaniæ Sanctorum).

22. Concluido el canto de las letanías, el Santo Padre, de pie, y con las manos extendidas, dice:

Escucha, Señor, nuestra oración, para que al derramar sobre estos siervos tuyos la plenitud de la gracia sacerdotal, descienda sobre ellos la fuerza de tu bendición. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo responde:

Amén.

23. El diácono dice:

Nos ponemos de pie.

y todos se levantan.

IMPOSICIÓN DE LAS MANOS 
Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN

24. Los elegidos se levantan, se acercan al Santo Padre, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se ponen de rodillas ante él.

25. En silencio, el Santo Padre impone las manos sobre cada elegido.

26. Después, los elegidos retornan al lugar donde estaban. A continuación, acercándose sucesivamente, hacen lo mismo todos los demás Obispos, también en silencio. 

27. Después de la imposición de las manos, los Obispos permanecen junto al Santo Padre hasta finalizar la Plegaria de Ordenación, pero de modo que los fieles puedan ver bien el rito.


28. Enseguida, el Santo Padre recibe de un diácono el libro de los Evangelios y lo impone abierto sobre la cabeza de cada uno de los elegidos; dos diáconos, a la derecha y a la izquierda de cada uno de los elegidos, sostienen el libro de los Evangelios sobre la cabeza de cada uno, hasta que finalice la Plegaria de Ordenación.

Con los elegidos de rodillas ante él, el Obispo ordenante principal, sin mitra, y con los demás Obispos ordenantes a su lado, también sin mitra, dice con las manos extendidas la Plegaria de Ordenación:

Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que habitas en el cielo y te fijas en los humildes; que lo conoces todo antes de que exista. 

Tú estableciste normas en tu Iglesia con tu palabra bienhechora. Desde el principio tú predestinaste un linaje justo de Abrahán; nombraste príncipes y sacerdotes y no dejaste sin ministros tu santuario. Desde el principio del mundo te agrada ser glorificado por tus elegidos.

Esta parte de la oración es dicha por todos los Obispos ordenantes, con las manos juntas y en voz baja para que se oiga claramente la del Santo Padre:

INFUNDE AHORA SOBRE ESTOS TUS ELEGIDOS LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE: EL ESPÍRITU DE GOBIERNO QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO, Y ÉL, A SU VEZ, COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES, QUIENES ESTABLECIERON LA IGLESIA COMO SANTUARIO TUYO EN CADA LUGAR PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU NOMBRE.

El Santo Padre continúa, diciendo:

Padre santo, tú que conoces los corazones, concede a estos servidores tuyos, a quienes elegiste para el episcopado, que sean buenos pastores de tu santa grey y ejerciten ante ti el sumo sacerdocio sirviéndote sin tacha día y noche; que atraigan tu favor sobre tu pueblo y ofrezcan los dones de tu santa Iglesia; que por la fuerza del Espíritu, que reciben como sumos sacerdotes y según tu mandato, tengan el poder de perdonar pecados; que distribuyan los ministerios y los oficios según tu voluntad, y desaten todo vínculo conforme al poder que diste a los Apóstoles; que por la mansedumbre y la pureza de corazón te sea grata su vida como sacrificio de suave olor, por medio de tu Hijo Jesucristo, por quien recibes la gloria, el poder y el honor, con el Espíritu, en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:

Amén.

29. Concluida la Plegaria de Ordenación, los diáconos retiran el libro de los Evangelios que sostenían sobre la cabeza de los ordenados; uno de ellos conserva el libro hasta el momento de entregarlo al respectivo ordenado. Se sientan todos. El Obispo ordenante principal y los demás Obispos ordenantes se ponen la mitra.

UNCIÓN DE LA CABEZA
ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS Y DE LAS INSIGNIAS

30. El Santo Padre, protegido con el gremial, recibe de un diácono el santo crisma y unge la cabeza cada uno de los ordenados, que esta arrodillado delante de él, diciendo:

Dios, que te ha hecho partícipe del Sumo Sacerdocio de Cristo, derrame sobre ti el bálsamo de la unción, y con sus bendiciones te haga abundar en frutos.

31. Después, el Santo Padre se lava las manos.

32. El Santo Padre, recibe de un diácono el libro de los Evangelios y se lo entrega a cada ordenado, diciendo:

Recibe el Evangelio, y proclama la palabra de Dios con deseo de instruir y con toda paciencia.

33. El diácono toma nuevamente el libro de los Evangelios y lo deposita en su lugar.

34. El Santo Padre pone el anillo en el dedo anular de la mano derecha de cada uno de los ordenados, diciendo:

Recibe este anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la Iglesia, Esposa santa de Dios.

35. Enseguida, el Santo Padre pone la mitra a cada uno de los ordenados, diciendo:

Recibe la mitra, brille en ti el resplandor de la santidad, para que, cuando aparezca el Príncipe de los pastores, merezcas recibir la corona de gloria que no se marchita.

36. Y, finalmente, entrega a cada ordenado el báculo pastoral, diciendo:

Recibe el báculo, signo del ministerio pastoral, y cuida de todo el rebaño que el Espíritu Santo te ha encargado guardar, como pastor de la Iglesia de Dios.

37. Una vez un ordenado haya recibido las insignias, se aparta para que los demás la reciban.

38. El Santo Padre invita a los ordenados a sentarse en primer lugar entre los concelebrantes.

Todos se levantan.

SALUDO DE PAZ

39. Finalmente los ordenados, dejando el báculo, se levantan y reciben del Santo Padre y de todos los obispos el gesto de paz.

El Santo Padre dice a cada uno:

La paz esté contigo.

El Ordenado:

Y con tu espíritu.

39. Se canta una canción apropiada hasta el final del saludo.

CREDO
(niceno-constantinopolitano)

40. Enseguida, se canta el Credo.


LITURGIA EUCARÍSTICA

41. Comienza el canto para el ofertorio.

42. Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.

43. El Santo Padre, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en sus manos y, elevándola un poco por encima del altar, reza en silencio.

Después deposita la patena con el pan sobre el altar.

44. El diácono vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.

45. El Santo Padre recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco sobre el altar, reza en silencio.

Coloca el cáliz sobre el altar.

46. A continuación, el Santo Padre, profundamente inclinado, reza en silencio.

47. Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. A continuación, el diácono inciensa al Santo Padre y al pueblo.

48. A continuación, el Santo Padre, de pie junto al altar, se lava las manos, orando en silencio.

49. Después, de pie en medio del altar y de cara al pueblo, el Santo Padre extiende y junta las manos y dice:

Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo se levanta y responde:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

50. Luego el Santo Padre, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.

Señor, recibe nuestros dones ofrecidos en la Epifanía de tu Unigénito y en los comienzos de la salvación de los pueblos gentiles, para que celebremos tu alabanza y se realice en nosotros la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Al terminar, el pueblo aclama:

Amén.

PREFACIO
(Cristo, luz de los pueblos)

51. El Santo Padre comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:

El Señor esté con ustedes.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

El Santo Padre prosigue:

Levantemos el corazón.

El pueblo:

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El Santo Padre añade:

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

El pueblo:

Es justo y necesario.

El Santo Padre prosigue el prefacio.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación; pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad. 

Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando en voz alta el Santo (Sanctus).

PLEGARIA EUCARÍSTICA III


52. El Santo Padre, dice:

CP Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:

de manera que se conviertan en el Cuerpo la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro,

Junta las manos.

que nos mandó celebrar estos misterios.

53. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.

Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

54. Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 

tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

55. Luego dice una de las siguientes fórmulas:

Éste es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo aclama:

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

56. Después el Santo Padre, con las manos extendidas, dice:

CC Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. 

57. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. 

Card. Rudelli: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.

Mons. Zuriel: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Clemente, a nosotros, José Manuel, Zuriel y Luis Mario, indignos siervos tuyos, que hemos sido ordenados hoy pastores de la Iglesia, al Orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el día santo en que tu único Hijo, eterno como tú en la gloria, se manifestó en la verdad de la propia carne hecho hombre. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos.

por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.

58. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

CP o CC Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:

Amén.

RITO DE COMUNIÓN

59. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:

Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:

El Santo Padre extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

Pater Noster, qui es in cælis: sanctificétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum quotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentatiónem; sed líbera nos a malo.

60. El Santo Padre, con las manos extendidas, prosigue diciendo:

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, adamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

61. Después el Santo Padre, con las manos extendidas, dice en voz alta:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.

Junta las manos.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:

Amén.

62. El Santo Padre, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:

La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, añade:

Dense fraternalmente la paz.
 
63. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, rezando en silencio.
 
64. En cuanto pasa esto, se canta el Cordero de Dios (Agnus Dei).

65. A continuación, el Santo Padre, con las manos juntas, reza en silencio.

66. El Santo Padre hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.  

67. Enquanto o Santo Padre comunga o Corpo de Cristo, inicia-se o canto da Comunhão.

68. Terminada la Comunión, el diácono purifica la patena y el cáliz.

Mientras tiene lugar la purificación, el Santo Padre reza en silencio.

69. A continuación, el Santo Padre vuelve a la cátedra. Es aconsejable guardar un momento de silencio sagrado o recitar un salmo u otro canto de alabanza.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

70. Luego, de pie en la sede o en el altar, el Santo Padre dice:

Oremos.

Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. 

Después el Santo Padre, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.

Renovados por estos santos alimentos, suplicamos, Señor, tu misericordia, para que la estrella de tu salvación brille siempre en nuestro espíritu y nuestro tesoro sea poder reconocerte. Por Jesucristo, nuestro Señor.

al terminar, el pueblo aclama:

Amén. 

.
RITO DE CONCLUSIÓN

TE DEUM

71. Terminada la oración después de la Comunión, se canta el A tí, oh Dios (Te Deum, laudamos). Mientras tanto, los ordenados reciben la mitra y el báculo y, acompañados por dos de los Obispos ordenantes, recorren la iglesia bendiciendo a todos.

ALOCUCIÓN

72. Después del himno, uno de los ordenados en nombre de todos, de pie con la mitra, puede dirigir un breve discurso al pueblo y presentar sus respetos y agradecimientos.

BENDICIÓN FINAL

73. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.

74. El Santo Padre, extendiendo las manos, dice:

El Señor esté con ustedes.

Todos responde:

Y con tu espíritu.

El Santo Padre dice:

Que Dios, quien misericordiosamente los llamó de las tinieblas a su luz admirable, derrame su bendición sobre ustedes y fortalezca su corazón en la fe, la esperanza y la caridad.

Todos responde:

Amén.

El Santo Padre dice:

Y puesto que siguen confiadamente a Cristo, que hoy se manifestó al mundo, como una luz que brilla en las tinieblas, que él haga que también ustedes sean luz para sus hermanos.

Todos responden:

Amén.

El Santo Padre dice:

Para que así, cuando termine su peregrinación terrena, se encuentren con Cristo, el Señor, luz de luz, a quien los magos buscaron guiados por la estrella y, llenos de gozo, lograron encontrar.

Todos responden:

Amén.

Entonces, el Santo Padre recibe la férula, y dice:

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre , Hijo ,  y Espíritu  Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

Todos:

Amén.

75. Luego el diácono, con las manos juntas, dice:

Pueden ir en paz.

El pueblo responde:

Demos gracias a Dios.

76. Finalmente, todos se vuelven hacia la imagen de la Virgen María, mientras se canta la antífona mariana.

77. A continuación, como al principio, todos se retiran.