Este site não pertence à Igreja Católica na realidade. Somos uma representação dela em um jogo virtual conhecido como Minecraft.

COM. CATÓLICA DE MINECRAFT - 10 ANOS DE PEREGRINAÇÃO

COM. CATÓLICA DE MINECRAFT - 10 ANOS DE PEREGRINAÇÃO

Mensagem Pontifícia | Aos Presbíteros

 

MENSAGEM DO SANTO PADRE BENTO VIII
AOS PRESBÍTEROS

[04 DE AGOSTO DE 2025]
.
___________________

Manete in dilectione mea!
(Jo 15,9)

[PT]

Amados filhos no sacerdócio,
ministros da misericórdia e servidores do Povo de Deus,

dirijo-me a vós, como Sucessor de Pedro, com o coração tocado pelo mistério da vossa vocação e pela beleza silenciosa da vossa fidelidade cotidiana. Vós sois, por graça e missão, presença sacramental de Cristo no meio do mundo, sinais vivos do Bom Pastor que dá a vida pelas ovelhas. Sois homens tomados por Deus para, com vossa humanidade transfigurada, torná-Lo presente no altar, nas palavras, nos gestos e na vida. A Igreja vos reconhece como um dom insubstituível e, mesmo nas fragilidades humanas, vê em vós o rosto de uma vocação que continua a ser essencial para a vida da fé.

O padre é, por essência, um teólogo com os joelhos no chão e o coração no céu. A vossa teologia não é apenas discurso acadêmico, mas encarnação viva do Verbo. Sois intérpretes do Mistério, servidores da Palavra e da Eucaristia, guias espirituais e construtores da comunhão. O vosso ensinamento deve brotar de uma vida mergulhada na oração, iluminada pelas Sagradas Escrituras, sustentada pela tradição viva da Igreja e guiada pelo Espírito. A teologia que não conduz ao amor torna-se fria; a pastoral que não nasce da oração torna-se ativismo; e a liturgia que não brota do coração perde seu sabor de eternidade. Por isso, o sacerdote é chamado a unir coração e razão, doutrina e compaixão, verdade e ternura, sendo sempre reflexo do Coração de Cristo.

A pastoral que hoje o mundo espera não é uma pastoral de poder, mas de presença. Uma pastoral que sabe escutar, acompanhar, discernir e consolar. Não sejais apenas administradores de estruturas eclesiásticas, mas pastores segundo o coração de Deus: que se deixam encontrar pelos pobres, que não têm medo de se ferir pelas dores do povo, que acolhem os cansados e curam os feridos. O povo precisa de padres que cheguem primeiro onde há sofrimento, que saibam estar próximos sem invadir, que saibam dizer palavras que alimentam e silêncios que abraçam. Vossos olhos devem ver mais do que os limites das pessoas; vossos ouvidos devem saber escutar o não-dito; vossas mãos devem abençoar com ternura; vossos pés devem caminhar com os últimos. O padre é um irmão entre os irmãos, mas com a missão de ser ponte entre o céu e a terra.

E por isso vos convido, hoje e sempre, a permanecer no amor. Sim, permanecer: porque só o amor sustenta; só o amor converte; só o amor dá sentido ao que fazemos. Amor a Cristo, que vos chamou antes de vós mesmos O escolherdes. Amor à Igreja, mesmo quando marcada por fragilidades, pois é nela que Cristo se revela. Amor ao povo, onde o Senhor continua a se manifestar na carne concreta dos pobres, dos pequenos, dos pecadores e dos que não sabem mais rezar. Permanecer no amor é viver no coração de Deus e deixar que esse amor vos configure cada dia mais à imagem do Filho.

Não vos conformeis com uma vida sacerdotal morna, funcional, reduzida a tarefas. Fostes consagrados para mais: para ser ícones vivos do Cristo servidor. O mundo precisa de padres apaixonados por Deus e pelos homens, capazes de unir o altar ao chão da vida, capazes de mostrar que o Evangelho é belo, possível e transformador. Peço-vos, com humildade: sede presença, sede testemunho, sede paz onde houver feridas, sede luz onde houver trevas. A Igreja vos precisa não como funcionários do sagrado, mas como apaixonados pelo Reino. O Papa vos acompanha com oração, carinho e esperança. Ide, pois, e fazei tudo por amor. 

E assim, concluo com uma súplica e um encorajamento: não deixeis que vos roubem a beleza do vosso chamado. Não permitais que o desânimo, a rotina ou as feridas obscureçam a luz da vossa vocação. Recomeçai cada dia com o olhar fixo em Cristo, sustentados pela Eucaristia, animados pela oração e fortalecidos pela fraternidade entre vós. Caminhai juntos, com os bispos, com o povo, com os pobres. Sede pastores com o coração de Cristo, que conhece, ama e dá a vida por suas ovelhas.

E quando o peso for grande, quando as noites forem longas, quando parecer que o vosso trabalho é em vão, recordai: não estais sós. A Igreja caminha convosco, o Povo de Deus vos sustenta com sua oração silenciosa, e eu, como Sucessor de Pedro, abraço cada um de vós com gratidão.

Permanecei firmes, permanecei humildes, permanecei no amor. E então, queridos filhos, sereis não apenas bons padres, mas reflexo vivo do Amor que não passa. Que o Senhor vos abençoe e a Virgem Santa vos guarde. Amém.

Com afeto e esperança, concedo de coração a minha Bênção Apostólica a todos vós!

[ES]

Amados hijos en el sacerdocio,
ministros de la misericordia y servidores del Pueblo de Dios,

me dirijo a vosotros, como Sucesor de Pedro, con el corazón tocado por el misterio de vuestra vocación y por la belleza silenciosa de vuestra fidelidad cotidiana. Vosotros sois, por gracia y misión, presencia sacramental de Cristo en medio del mundo, signos vivos del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Sois hombres tomados por Dios para, con vuestra humanidad transfigurada, hacerlo presente en el altar, en las palabras, en los gestos y en la vida. La Iglesia os reconoce como un don insustituible y, incluso en las fragilidades humanas, ve en vosotros el rostro de una vocación que sigue siendo esencial para la vida de la fe.

El sacerdote es, por esencia, un teólogo con las rodillas en el suelo y el corazón en el cielo. Vuestra teología no es sólo discurso académico, sino encarnación viva del Verbo. Sois intérpretes del Misterio, servidores de la Palabra y de la Eucaristía, guías espirituales y constructores de comunión. Vuestra enseñanza debe brotar de una vida sumergida en la oración, iluminada por las Sagradas Escrituras, sostenida por la tradición viva de la Iglesia y guiada por el Espíritu. La teología que no conduce al amor se enfría; la pastoral que no nace de la oración se convierte en activismo; y la liturgia que no brota del corazón pierde su sabor a eternidad. Por eso el sacerdote está llamado a unir corazón y razón, doctrina y compasión, verdad y ternura, siendo siempre reflejo del Corazón de Cristo.

La pastoral que el mundo espera hoy no es una pastoral de poder, sino de presencia. Una pastoral que sabe escuchar, acompañar, discernir y consolar. No seáis solo administradores de estructuras eclesiásticas, sino pastores según el corazón de Dios: que se dejan encontrar por los pobres, que no temen herirse con los dolores del pueblo, que acogen a los cansados y curan a los heridos. El pueblo necesita sacerdotes que lleguen primero donde hay sufrimiento, que sepan estar cerca sin invadir, que sepan decir palabras que alimentan y silencios que abrazan. Vuestros ojos deben ver más allá de los límites de las personas; vuestros oídos deben saber escuchar lo no dicho; vuestras manos deben bendecir con ternura; vuestros pies deben caminar con los últimos. El sacerdote es un hermano entre hermanos, pero con la misión de ser puente entre el cielo y la tierra.

Y por eso os invito, hoy y siempre, a permanecer en el amor. Sí, permanecer: porque sólo el amor sostiene; sólo el amor convierte; sólo el amor da sentido a lo que hacemos. Amor a Cristo, que os llamó antes de que vosotros lo eligierais. Amor a la Iglesia, incluso cuando está marcada por fragilidades, porque en ella se revela Cristo. Amor al pueblo, donde el Señor sigue manifestándose en la carne concreta de los pobres, de los pequeños, de los pecadores y de los que ya no saben rezar. Permanecer en el amor es vivir en el corazón de Dios y dejar que ese amor os configure cada día más a imagen del Hijo.

No os conforméis con una vida sacerdotal tibia, funcional, reducida a tareas. Habéis sido consagrados para más: para ser iconos vivos de Cristo servidor. El mundo necesita sacerdotes apasionados por Dios y por los hombres, capaces de unir el altar con el suelo de la vida, capaces de mostrar que el Evangelio es bello, posible y transformador. Os pido, con humildad: sed presencia, sed testimonio, sed paz donde haya heridas, sed luz donde haya tinieblas. La Iglesia os necesita no como empleados de lo sagrado, sino como enamorados del Reino.

El Papa os acompaña con oración, con cariño y con esperanza. Id, pues, y haced todo por amor. Y os lo pido nuevamente: en el amor, permaneced.

Y así concluyo con una súplica y un aliento: no dejéis que os roben la belleza de vuestra vocación. No permitáis que el desánimo, la rutina o las heridas oscurezcan la luz de vuestro llamado. Comenzad de nuevo cada día con la mirada fija en Cristo, sostenidos por la Eucaristía, animados por la oración y fortalecidos por la fraternidad entre vosotros. Caminad juntos, con los obispos, con el pueblo, con los pobres. Sed pastores con el corazón de Cristo, que conoce, ama y da la vida por sus ovejas.

Y cuando el peso sea grande, cuando las noches sean largas, cuando parezca que vuestro trabajo es en vano, recordad: no estáis solos. La Iglesia camina con vosotros, el Pueblo de Dios os sostiene con su oración silenciosa, y yo, como Sucesor de Pedro, abrazo a cada uno de vosotros con gratitud.

Permaneced firmes, permaneced humildes, permaneced en el amor. Y entonces, queridos hijos, no seréis sólo buenos sacerdotes, sino reflejo vivo del Amor que no pasa. Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os guarde. Amén.

Con afecto y esperanza, concedo de corazón mi Bendición Apostólica a todos vosotros.

Vaticano, 16 de julho de 2025.