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COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

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Oremus pro pontificem nostro, Benedictus

Periódico Litúrgico | Miércoles de Ceniza

   
 
PERIÓDICO LITURGICO

MIÉRCOLES DE CENIZA
05.03.2025

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA
(Nos has llamado al desierto)

Una vez reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar con los ministros, durante el canto de entrada.
NOS HAS LLAMADO AL DESIERTO, 
SEÑOR DE LA LIBERTAD
Y ESTÁ EL CORAZÓN ABIERTO 
A LA LUZ DE TU VERDAD.

SUBIMOS CON ESPERANZA
LA ESCALADA CUARESMAL.
EL PUEBLO DE DIOS AVANZA 
HASTA LA CUMBRE PASCUAL.

TU PUEBLO, SEÑOR CAMINA 
DESDE LA AURORA AL OCASO
A TU PASCUA SE ENCAMINA 
Y TE SIGUE PASO A PASO. ℟.

SEÑOR TE RECONOCEMOS 
Y TU PALABRA ESCUCHAMOS
TUS CAMINOS SEGUIREMOS 
Y TU LEY DE AMOR CANTAMOS. ℟.

SE ACERCA SEÑOR TU DÍA 
EN EL QUE TODO FLORECE
CON SU LUZ Y SU ALEGRÍA 
YA EL CAMINO RESPLANDECE. ℟.

ANTÍFONA DE ENTRADA
(Cf. Sab 11, 23-24)

Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
Te compadeces de todos, Señor, y no aborreces nada de lo que hiciste; pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan, y los perdonas, porque tú eres nuestro Dios y Señor.
 
Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.
 
Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
Pres.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟.: Amén
 
El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Pres.: La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, esté con todos ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
 
El sacerdote, diácono u otro ministro debidamente preparado podrá, en breves palabras, introducir a los fieles en la misa del día.

Se omite el acto penitencial, ya que en esta celebración es sustituido por la imposición de la ceniza.
 
ORACION COLECTA
 
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Concédenos, Señor, comenzar el combate cristiano con el ayuno santo, para que, al luchar contra los enemigos espirituales, seamos fortalecidos con la ayuda de la austeridad.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
 
PRIMERA LECTURA
(Jl 2,12-18)
 
Lector: Lectura de la profecía de Joel.
Ahora -oráculo del Señor-, conviértanse a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasguen sus corazones, no sus vestidos, y conviértanse al Señor su Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo. 
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y libación para el Señor, su Dios! Toquen la trompeta en Sion, proclamen un ayuno santo, convoquen a la asamblea, reúnan a la gente, santifiquen a la comunidad, llamen a los ancianos; congreguen a los muchachos y a los niños de pecho; salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu pueblo, Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos». ¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdonó a su pueblo. 
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
 
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 50)

℟. Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. ℟.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. ℟.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, 
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. ℟.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(2Co 5,20 - 6,2)
 
Lector: Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
Hermanos:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. 
En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él. Y como cooperadores suyos, los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé».
Pues miren: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(Cf. Sal 94, 7c. 8a)
 
℟.: Tu palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad.
 
℣.No endurezcan hoy su corazón, 
escuchen la voz del Señor. 

℟.: Tu palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad.
 
Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
℣.: Padre, dame tu bendición.

El sacerdote dice en voz baja:
Pres.:
 El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
℣.:
 Amén.

Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.
 
EVANGELIO
(Mt 6,1-6. 16-18)
 
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.:
 
El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
℟.:
 Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
℣.:
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán recompensa de su Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad les digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
℣.:  Palabra del Señor.
℟.:  Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
 
HOMILÍA
 
Luego se pronuncia la homilía, que es responsabilidad del sacerdote o diácono; Es obligatorio todos los domingos y días festivos y también recomendado el resto de días.

BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DE LA CENIZA
 
Después de la homilía, el sacerdote, de pie, dice con las manos juntas:
Pres.: Con actitud humilde oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, para que se digne bendecir con su gracia estas cenizas que vamos a imponer en nuestras cabezas en señal de penitencia.

Y, después de una breve oración en silencio, con las manos extendidas, dice una de las siguientes oraciones:
Pres.: Oh, Dios, que te dejas vencer por el que se humilla y encuentras agrado en quien expía sus pecados, escucha benignamente nuestras súplicas y derrama la gracia de tu bendición sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza, para que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del Misterio pascual de tu Hijo. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

O bien:
Pres.: Oh, Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento, escucha con bondad nuestras súplicas y dígnate bendecir  esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza; y, porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver, concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, alcanzar el perdón de los pecados y emprender una nueva vida a imagen de tu Hijo resucitado. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

Y asperja con agua bendita las cenizas, sin decir nada. 

Seguidamente, el sacerdote impone la ceniza a todos los presentes que se acercan hasta él; a cada uno le dice:

℣.: Convértete y cree en el Evangelio. (Cf. Mc 1, 15)

 O bien: 
℣.: Recuerda que eres polvo y al polvo volverás. (Cf. Gén 3, 19)

Mientras tanto se canta.

(Con estas Cenizas, Señor)

CON ESTAS CENIZAS, SEÑOR,
RENUNCIAMOS AL PECADO.
CON ESTAS CENIZAS, SEÑOR,
NOS ACERCAMOS A TI.

ARREPENTIDOS, SEÑOR, CAMINAMOS HACIA TI. ℟.

TEN PIEDAD, JESÚS, PORQUE SOMOS PECADORES. ℟.

DESDE LO HONDO, SEÑOR, HOY CLAMAMOS HACIA TI. ℟.

CON LAS ORACIONES, SEÑOR, BUSCAMOS TU ROSTRO. ℟.

CON EL AYUNO, SEÑOR, SE ALIMENTA EL ESPÍRITU. ℟.

LOS CUARENTA DÍAS, AYUNEMOS POR LA FE. ℟.

ARROJEMOS TODO EL MAL, LA ENVIDIA Y EL ODIO. ℟.

PLEGARIA UNIVERSAL
 
Pres.:
 Elevemos nuestras súplicas confiadas a Dios Padre para que escuche nuestra oración y nos conceda un tiempo de gracia, esperanza y conversión. Aclamémoslo diciendo:
℟.: 
Oh Señor, escucha y ten piedad.

1. Por la Iglesia, para que anuncie con libertad, esperanza y alegría el llamado que Dios nos hace a la conversión y el perdón, roguemos al Señor. ℟.

2. Por quienes nos piden oraciones, para que encuentren en Dios ayuda, esperanza y consuelo, roguemos al Señor. ℟.

3. Por aquellos que están alejados de la iglesia, para que en este tiempo de gracia y de esperanza sean iluminados sus corazones con la gracia de Cristo y vuelvan a la comunión que nos salva. Roguemos al Señor. ℟.

4. Por los responsables de la convivencia humana, para que el Señor sostenga sus opciones en favor de la dignidad de las personas, el bien común, la construcción de la paz y la fraternidad entre los pueblos. Roguemos al Señor.  ℟.

5. Por nosotros, para que en este tiempo de gracia y de esperanza, oremos para que podamos encontrar el camino que nos mueva a ayudar a los más necesitados y abandonados. Roguemos al Señor. ℟.
 
Pres.: Padre, escucha las suplicas que te dirigimos llenos de esperanza en el comienzo de la cuaresma, y camina siempre con nosotros para que no desfallezcamos en el camino. Por Jesucristo Nuestro Señor.
℟.: Amén.
 
LITURGIA EUCARÍSTICA
 
PRESENTACIÓN DE LOS DONES
(Señor, te ofrecemos)
 
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

SEÑOR, TE OFRECEMOS EL VINO Y EL PAN,
ASÍ RECORDAMOS LA CENA PASCUAL.

PORQUE SÓLO TÚ ERES BUENO,
SEÑOR, QUEREMOS CANTAR
TUS MISERICORDIAS,
¿QUIÉN PODRÁ CANTAR?. ℟.

SÓLO TÚ ERES NUESTRO AUXILIO,
SEÑOR, TÚ NOS SALVARÁS.
TUS MISERICORDIAS,
¿QUIÉN PODRÁ CANTAR?. ℟.

TE OFRECEMOS NUESTRAS VIDAS,
SEÑOR, EN TORNO A TU ALTAR.
TUS MISERICORDIAS,
¿QUIÉN PODRÁ CANTAR?. ℟.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
 
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Pres.: En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Al ofrecer el sacrificio que inaugura solemnemente la Cuaresma, te pedimos, Señor, que, mediante las obras de caridad y de penitencia, dominemos las malas inclinaciones y, limpios de pecado, merezcamos celebrar piadosamente la pasión de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
 
PREFACIO DE CUARESMA IV
(Los frutos del ayuno)
 
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: 
El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El sacerdote prosigue:
Pres.: Levantemos el corazón.
℟.: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El sacerdote añade:
Pres.: 
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟.: Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio.
Pres.: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro. 
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
 
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
℟.:
 Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
 
PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote dice:
Pres.: SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
Pres.: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan,

Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.:  Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,

Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
 
Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, los santos Simón y Judas, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Clemente, a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟.: Amén.
RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.:
 Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Junto con el pueblo, continúa:
℟.:
 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
℟.:
 Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.:
 Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟.: Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
℣.: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
℟.: 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.: 
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
 
COMUNIÓN
(Dios es fiel)
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.:
 
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.: Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

DIOS ES FIEL, GUARDA SIEMPRE SU ALIANZA;
LIBRA AL PUEBLO DE TODA ESCLAVITUD.
SU PALABRA RESUENA EN LOS PROFETAS
RECLAMANDO EL BIEN Y LA VIRTUD.

PUEBLO EN MARCHA POR EL DESIERTO ARDIENTE:
HORIZONTES DE PAZ Y LIBERTAD.
ASAMBLEA DE DIOS, ETERNA FIESTA;
TIERRA NUEVA, PERENNE HEREDAD.

SI AL MIRAR HACIA ATRÁS SOMOS TENTADOS
DE VOLVER AL EGIPTO SEDUCTOR,
EL ESPÍRITU EMPUJA CON SU FUERZA
A AVANZAR POR LA VÍA DEL AMOR.

EL MANÁ ES UN DON QUE EL CIELO ENVÍA,
PERO EL PAN HOY SE CUECE CON SUDOR.
LECHE Y MIEL NOS DARÁ LA TIERRA NUEVA
SI EL TRABAJO ES FECUNDO Y REDENTOR.

Y JESÚS NOS DARÁ EN EL CALVARIO
SU LECCIÓN: "HÁGASE TU VOLUNTAD".
Y SU SANGRE, VERTIDA POR NOSOTROS
SERÁ EL PRECIO DE NUESTRA LIBERTAD.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Cf. Sal 1, 2-3)

Si no hay canto de comunión, se recita la antífona: 
℣.:
 El que medita la ley del Señor día y noche da fruto en su sazón.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: 
Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
Los sacramentos que hemos recibido nos sean de ayuda, Señor, para que nuestros ayunos sean gratos a tus ojos y nos sirvan de medicina. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.


RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN FINAL
(Oración sobre el pueblo)
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

Pres.: Oh, Dios, infunde propicio un espíritu de contrición sobre los que se inclinan ante tu grandeza, y merezcan conseguir misericordiosamente la recompensa prometida a los que se arrepienten. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
Pres.:
 Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟.: Amén.
 
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣.:
 Pueden ir en paz.
℟.: Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote se retira a la sacristía.

CANTO DE SALIDA

SANTA MARÍA, DE LA ESPERANZA 
//MANTÉN EL RITMO DE NUESTRA ESPERA//

NOS DISTE AL ESPERADO DE LOS TIEMPOS,
MIL VECES PROMETIDO EN LOS PROFETAS.
Y NOSOTROS DE NUEVO DESEAMOS
QUE VUELVA A REPETIRNOS SUS PROMESAS. ℟.

BRILLASTE COMO AURORA DEL GRAN DÍA,
PLANTABA DIOS SU TIENDA EN NUESTRO SUELO.
Y NOSOTROS SOÑAMOS CON SU VUELTA,
QUEREMOS LA LLEGADA DE SU REINO. ℟.

ESPERASTE CUANDO TODOS VACILABAN
EL TRIUNFO DE JESÚS SOBRE LA MUERTE,
Y NOSOTROS ESPERAMOS QUE SU VIDA,
ANIME NUESTRO MUNDO PARA SIEMPRE. ℟.

VIVISTE CON LA CRUZ DE LA ESPERANZA
TENSANDO EN EL AMOR DE LARGA ESPERA.
Y NOSOTROS BUSCAMOS CON LOS HOMBRES
EL NUEVO AMANECER DE NUESTRA TIERRA. ℟.