XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
10.11.2024
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA
(Juntos como hermanos)
Una vez reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar con los ministros, durante el canto de entrada.
JUNTOS COMO HERMANOS
MIEMBROS DE UNA IGLESIA
VAMOS CAMINANDO
AL ENCUENTRO DEL SEÑOR.
UN LARGO CAMINAR
POR EL DESIERTO BAJO EL SOL
NO PODEMOS AVANZAR
SIN LA AYUDA DEL SEÑOR. ℟.
UNIDOS AL REZAR
UNIDOS EN UNA CANCIÓN
VIVIREMOS NUESTRA FE
CON LA AYUDA DEL SEÑOR. ℟.
LA IGLESIA EN MARCHA ESTÁ
A UN MUNDO NUEVO VAMOS YA
DONDE REINARÁ EL AMOR
DONDE REINARÁ LA PAZ. ℟.
ANTÍFONA DE ENTRADA
(Sal 87, 3)
Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
Llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor, Señor.
Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.
Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
Pres.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟.: Amén
El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Pres.: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
El sacerdote, diácono u otro ministro debidamente preparado podrá, en breves palabras, introducir a los fieles en la misa del día.
ACTO PENITENCIAL
Pres.: En el día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, reconozcamos que estamos necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado y resucitar a la vida nueva.
Se hace una breve pausa en silencio.
Después el sacerdote o el diácono, u otro ministro, empleando éstas u otras invocaciones, con el Señor, ten piedad, dice:
Pres.: Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.
Pres.: Tú que eres la verdad que ilumina los pueblos: Cristo, ten piedad.
R.: Cristo, ten piedad.
Pres.: Tú que eres la vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.
El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Pres.: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟.: Amén.
GLORIA
℟.: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
ORACION COLECTA
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Dios de poder y misericordia,
aparta, propicio, de nosotros toda adversidad,
para que, bien dispuestos cuerpo y espíritu,
podamos aspirar libremente a lo que te pertenece. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(1R 17,10-16)
Lector: Lectura del primer libro de los Reyes.
En aquel tiempo, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: “Tráeme, por favor, un poco de agua para beber”. Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó: “Por favor, tráeme también un poco de pan”. Ella le respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos”.
Elías le dijo: “No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’ ”.
Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento, ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 146 (145))
℟. El Señor siempre es fiel a su palabra.
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo. ℟.
Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado. ℟.
A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. ℟.
SEGUNDA LECTURA
(Hb 9,24-28)
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.
En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
℟.: Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
BIENAVENTURADOS LOS POBRES EN EL ESPÍRITU,
PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
℣.: Padre, dame tu bendición.
Pres.: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
℣.: Amén.
Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.: El Señor esté con ustedes.
EVANGELIO
(Mc 12,38-44 o mas breve 12, 41-44 [Mas breve entre corchetes])
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
El diácono (o el sacerdote), dice:
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
℟.: Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
V.: En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.
[En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.]
℣.: Palabra del Señor.
℟.: Gloria a ti, Señor Jesús.
Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
HOMILÍA
CREDO
(Símbolo de los Apóstoles)
Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
℟.: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Pres.: Dirijamos nuestras súplicas a Dios Padre, con la confianza de ser escuchados
por su infinita misericordia y digámosle con fe:
℟.: Escúchanos, Dios de amor.
1. Por la Iglesia Universal, para que, guiada por el Espíritu Santo, pueda continuar con su misión de evangelizar y llevar el Reino de Dios a todos los lugares del mundo. Oremos. ℟.
2. Por los gobernantes, para que, en la búsqueda de la igualdad y la paz para cada uno de sus países, ejerzan siempre sus labores con responsabilidad y respeto. Oremos. ℟.
3. Por los enfermos, para que, en medio del dolor y de las dificultades, puedan configurarse con Cristo redentor. Oremos. ℟.
4. Por los sacerdotes, para que, a ejemplo de Cristo Buen Pastor, en la donación total de su vida, con amor y generosidad, puedan guiar la porción del Pueblo de Dios a ellos encomendada. Oremos. ℟.
PLEGARIA UNIVERSAL
℟.: Escúchanos, Dios de amor.
1. Por la Iglesia Universal, para que, guiada por el Espíritu Santo, pueda continuar con su misión de evangelizar y llevar el Reino de Dios a todos los lugares del mundo. Oremos. ℟.
2. Por los gobernantes, para que, en la búsqueda de la igualdad y la paz para cada uno de sus países, ejerzan siempre sus labores con responsabilidad y respeto. Oremos. ℟.
3. Por los enfermos, para que, en medio del dolor y de las dificultades, puedan configurarse con Cristo redentor. Oremos. ℟.
4. Por los sacerdotes, para que, a ejemplo de Cristo Buen Pastor, en la donación total de su vida, con amor y generosidad, puedan guiar la porción del Pueblo de Dios a ellos encomendada. Oremos. ℟.
5. Por nosotros, congregados como familia alrededor del Altar, para que
vivamos con radicalidad y entrega la alegría del Evangelio. Oremos. ℟.
Pres.: Acoge, Dios de bondad, las súplicas de tus hijos, que hoy te ofrecemos confiados en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.
Pres.: Acoge, Dios de bondad, las súplicas de tus hijos, que hoy te ofrecemos confiados en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA
PRESENTACIÓN DE LOS DONES
(Ofrenda de amor)
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.
POR LOS NIÑOS QUE EMPIEZAN LA VIDA,
POR LOS HOMBRES SIN TECHO NI HOGAR,
POR LOS PUEBLOS QUE SUFREN LA GUERRA,
TE OFRECEMOS EL VINO Y EL PAN.
PAN Y VINO SOBRE EL ALTAR
SON OFRENDA DE AMOR,
PAN Y VINO SERÁN DESPUÉS,
TU CUERPO Y SANGRE, SEÑOR.
POR LOS HOMBRES QUE VIVEN UNIDOS,
POR LOS HOMBRES QUE BUSCAN LA PAZ,
POR LOS PUEBLOS QUE NO TE CONOCEN
TE OFRECEMOS EL VINO Y EL PAN. ℟.
POR AQUELLOS A QUIENES QUEREMOS,
POR NOSOTROS Y NUESTRA AMISTAD,
POR LOS VIVOS Y POR LOS DIFUNTOS,
TE OFRECEMOS EL VINO Y EL PAN. ℟.
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Pres.: En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Que este sacrificio, Señor, sea para ti una ofrenda pura y, para nosotros, una efusión santa de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
Pres.: En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Que este sacrificio, Señor, sea para ti una ofrenda pura y, para nosotros, una efusión santa de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
PREFACIO DOMINICAL VII
(La salvación por la obediencia de Cristo)
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Levantemos el corazón.
℟.: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote añade:
Pres.: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟.: Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio.
Pres.: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que en todo lo quisiste semejante al hombre, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
℟.: Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
PLEGARIA EUCARÍSTICA II
El sacerdote dice:
Pres.: SANTO eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad;
Pres.: Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y ✠ la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Él cual, cuando iba a ser entregado a su pasión, voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos.
tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos.
Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Del mismo modo, acabada la cena,
El sacerdote prosigue:
Pres.: Del mismo modo, acabada la cena,
tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
1C: Acuérdate, Señor de tu Iglesia, extendida por toda la tierra, y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Juan Pablo VI, con nuestro Obispo N., y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
2C: Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
1C: Acuérdate, Señor de tu Iglesia, extendida por toda la tierra, y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Juan Pablo VI, con nuestro Obispo N., y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
2C: Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟.: Amén.
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
℟.: Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
℟.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal
El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟.: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟.: Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
℣.: En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
Se canta o se dice:
℟.: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.:Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
COMUNIÓN
(Cristo está conmigo)
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.: El Cuerpo de Cristo.
℟.: Amén.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
CRISTO ESTÁ CONMIGO,
JUNTO A MÍ VA EL SEÑOR;
ME ACOMPAÑA SIEMPRE,
EN MI VIDA, HASTA EL FIN.
YA NO TEMO, SEÑOR, LA TRISTEZA;
YA NO TEMO, SEÑOR, LA SOLEDAD,
PORQUE ERES, SEÑOR, MI ALEGRÍA;
TENGO SIEMPRE TU AMISTAD. ℟.
YA NO TEMO, SEÑOR, A LA NOCHE;
YA NO TEMO, SEÑOR, LA OSCURIDAD,
PORQUE BRILLA TU LUZ EN LA SOMBRAS,
YA NO HAY NOCHE, TÚ ERES LUZ. ℟.
YA NO TEMO, SEÑOR, LOS FRACASOS;
YA NO TEMO, SEÑOR, LA INGRATITUD,
PORQUE EL TRIUNFO, SEÑOR, EN LA VIDA,
TÚ LO TIENES, TÚ LO DAS. ℟.
YA NO TEMO, SEÑOR, LOS ABISMOS;
YA NO TEMO, SEÑOR, LA INMENSIDAD,
PORQUE TÚ ERES, SEÑOR, EL CAMINO
Y LA VIDA Y LA VERDAD. ℟.
YA NO TEMO, SEÑOR, A LA MUERTE,
YA NO TEMO, SEÑOR, LA ETERNIDAD;
PORQUE TÚ ESTÁS ALLÁ ESPERANDO
QUE YO LLEGUE HASTA TI. ℟.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Sal 22, 1-2 o Cf. Lc 24, 35)
Si no hay canto de comunión, se recita la antífona:
℣.: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas.
℣.: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas.
O bien:
℣.: Los discípulos reconocieron al Señor Jesús al partir el pan.
Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: Oremos.
Alimentados con este don sagrado, te damos gracias, Señor, invocando tu misericordia, para que, mediante la acción de tu Espíritu, permanezca la gracia de la verdad en quienes penetró la fuerza del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN FINAL
(Oración sobre el pueblo N°11)
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
Pres.: Dios y Padre nuestro, te pedimos que cuides a tu familia con amor incesante, para que, con tu protección, se vea libre de todas las adversidades y glorifique tu nombre con sus buenas acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
℟.: Amén.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
Pres.: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟.: Amén.
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣.: La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
℟.: Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote se retira a la sacristía.
CANTO DE SALIDA
(Santa María del Camino)
MIENTRAS RECORRES LA VIDA,
TÚ NUNCA SOLO ESTÁS,
CONTIGO POR EL CAMINO
SANTA MARÍA VA.
//VEN CON NOSOTROS AL CAMINAR,
SANTA MARÍA, VEN.//
AUNQUE TE DIGAN ALGUNOS
QUE NADA PUEDE CAMBIAR,
LUCHA POR UN MUNDO NUEVO,
LUCHA POR LA VERDAD. ℟.
SI POR EL MUNDO LOS HOMBRES
SIN CONOCERSE VAN,
NO NIEGUES NUNCA TU MANO
AL QUE CONTIGO VA. ℟.
AUNQUE PAREZCAN TUS PASOS
INÚTIL CAMINAR,
TÚ VAS HACIENDO CAMINOS:
OTROS LOS SEGUIRÁN. ℟.