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COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

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Periódico Litúrgico | Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

 
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
2.11.2024

En esta celebración se utilizan ornamentos morados o negros.

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA

Una vez reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar con los ministros, durante el canto de entrada.
HACIA TI MORADA SANTA, 
HACIA TI TIERRA DEL SALVADOR,
PEREGRINOS CAMINANTES,
VAMOS HACIA TI.

VENIMOS A TU MESA, 
SELLAREMOS TU PACTO,
COMEREMOS TU CARNE, 
TU SANGRE NOS LIMPIARÁ.

REINAREMOS CONTIGO,
EN TU MORADA SANTA,
BEBEREMOS TU SANGRE, 
TU FE NOS SALVARÁ. ℟.

SOMOS TU PUEBLO SANTO,
QUE HOY CAMINA UNIDO;
TÚ VAS ENTRE NOSOTROS,
TU AMOR NOS GUIARÁ.

TÚ ERES EL CAMINO.
TU ERES LA ESPERANZA
HERMANO ENTRE LOS POBRES. 
AMEN, ALELUYA. ℟.

ANTÍFONA DE ENTRADA
(Cf. 4 Esd 2, 34-35)

Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
Señor, dales el descanso eterno y brille sobre ellos la luz eterna.
 
Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.
 
Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
Pres.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟.: Amén
 
El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Pres.: El Dios de la Vida, que ha resucitado a Jesucristo rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.
 
El sacerdote, diácono u otro ministro debidamente preparado podrá, en breves palabras, introducir a los fieles en la misa del día.
 
ACTO PENITENCIAL
 
Pres.: Reconociendo con humildad que somos pecadores, pidamos perdón a Dios de todo corazón.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, el sacerdote dice:
Pres.:  Señor, ten misericordia de nosotros.
℟.: Porque hemos pecado contra ti. 

El sacerdote prosigue:
Pres.: Muéstranos, Señor, tu misericordia.
℟.: Y danos tu salvación.
 
El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Pres.: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟.: Amén.
 
Pres.: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.

Pres.: Cristo, ten piedad.
℟.: Cristo, ten piedad.

Pres.: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.

ORACION COLECTA
 
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Oh, Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos difuntos, para que quienes profesaron el misterio de nuestra resurrección merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
 
PRIMERA LECTURA
(Is 25, 6a. 7-9)
 
Lector: Lectura del libro de Isaías.
En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, 
en este monte, un festín de manjares suculentos.
Y arrancará en este monte 
el velo que cubre a todos los pueblos, 
el lienzo extendido sobre todas las naciones. 
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, 
y alejará del país el oprobio de su pueblo 
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá:
«Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación».
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
 
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 26)

℟. El Señor es mi luz y mi salvación.
O bien: 
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? ℟.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. ℟.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro. ℟.

Espero gozar de la dicha del Señor
En el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(1Co 15, 20-24a. 25-28)
 
Lector: Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.
Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo.
Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
 
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
NOSOTROS SOMOS CIUDADANOS DEL CIELO,
DE DONDE AGUARDAMOS UN SALVADOR:
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
℣.: Padre, dame tu bendición.

El sacerdote dice en voz baja:
Pres.:
 El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
℣.:
 Amén.

Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.
 
EVANGELIO
(Jn 14, 1-6)
 
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.:
 
El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
℟.:
 Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
℣.:
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, les habría dicho, porque me voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
℣.:  Palabra del Señor.
℟.:  Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
 
HOMILÍA
 
Luego se pronuncia la homilía, que es responsabilidad del sacerdote o diácono; Es obligatorio todos los domingos y días festivos y también recomendado el resto de días.

PLEGARIA UNIVERSAL
 
Pres.:
 Hermanos, pongamos en las manos de Dios nuestras intenciones y necesidades, confiados en que, por la intercesión de su Hijo Jesucristo, serán escuchadas y digamos con fe:
℟.: 
Escúchanos, Dios de amor.

1. Por la Iglesia peregrina en la tierra, para que pueda vivir con fe, esperanza y caridad, buscando ser ofrenda agradable al Padre y así gozar de la gloria futura. Oremos. ℟.

2. Por los dirigentes de los países, para que, con justicia y honestidad, busquen siempre los beneficios mayores para los pueblos a ellos encomendados. Oremos.  ℟.

3. Por los enfermos, para que sean fortalecidos en medio de sus dolores, y por los agonizantes, para que sea el Señor quien los guíe por el tránsito de esta vida hacia la eternidad, y encuentren en Él el descanso para sus almas. Oremos.  ℟.

4. Por todos nosotros reunidos como comunidad de hermanos, para que, en nuestro peregrinar por la tierra, vivamos en caridad y humildad, con la mirada puesta en el Cielo, donde está Cristo Jesús, que está sentado a la diestra del Padre. Oremos. ℟.

5. Por los fieles difuntos, para que, en la misericordia de Dios Padre, gocen de su paternal presencia y alcancen la esperanza de la vida futura. Oremos. ℟.
 
Pres.: Recibe, Padre Santo, estas intenciones que hoy te presentamos, y todas aquellas que quedan en lo profundo de nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
 
LITURGIA EUCARÍSTICA
 
PRESENTACIÓN DE LOS DONES
 
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

SEÑOR, TE OFRECEMOS EL VINO Y EL PAN,
ASÍ RECORDAMOS TU CENA PASCUAL.

PORQUE TÚ SOLO ERES BUENO, SEÑOR, QUEREMOS CANTAR.
TUS MISERICORDIAS ¿QUIÉN PODRÁ CANTAR? ℟.

TE OFRECEMOS NUESTRAS VIDAS, SEÑOR, EN TORNO A TU ALTAR.
TUS MISERICORDIAS, ¿QUIÉN PODRÁ CANTAR? ℟.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
 
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Pres.: En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Dios omnipotente y misericordioso, te pedimos que limpies en la sangre de Cristo los pecados de tus siervos difuntos por medio de este sacrificio, y a los que ya habías lavado con el agua del bautismo purifícalos sin cesar con indulgencia amorosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
 
PREFACIO DE DIFUNTOS I
(La esperanza de la resurrección en Cristo)
 
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: 
El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El sacerdote prosigue:
Pres.: Levantemos el corazón.
℟.: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El sacerdote añade:
Pres.: 
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟.: Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio.
Pres.: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. 
En Él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo. 
Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
 
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
℟.:
 Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
 
PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote dice:
Pres.: SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
Pres.: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan,

Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.:  Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,

Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
 
Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, los santos Simón y Judas, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Juan Pablo VI, a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

† Recuerda a tus hijos a quienes llamaste de este mundo a tu presencia: concédeles que, así como han compartido ya la muerte de Jesucristo compartan, también, con él la gloria de la resurrección, cuando Cristo haga surgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo. Y  a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
℟.: Amén.
RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.:
 Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Junto con el pueblo, continúa:
℟.:
 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
℟.:
 Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.:
 Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟.: Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
℣.: En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
℟.: 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.: 
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
 
COMUNIÓN
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.:
 
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.: Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

//AL ATARDECER DE LA VIDA 
ME EXAMINARÁN DEL AMOR//

SI OFRECÍ MI PAN AL HAMBRIENTO, 
SI AL SEDIENTO DI DE BEBER,
SI MIS MANOS FUERON SUS MANOS, 
SI EN MI HOGAR LE QUISE ACOGER. ℟.

SI AYUDÉ A LOS NECESITADOS, 
SI EN EL POBRE HE VISTO AL SEÑOR,
SI LOS TRISTES Y LOS ENFERMOS
ME ENCONTRARON EN SU DOLOR. ℟.

AUNQUE HABLARA MILES DE LENGUAS,
SI NO TENGO AMOR NADA SOY,
AUNQUE REALIZARA MILAGROS,
SI NO TENGO AMOR NADA SOY. ℟.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Cf. 4 Esd 2, 35. 34)

Si no hay canto de comunión, se recita la antífona: 
℣.:
 Brille, Señor, sobre ellos la luz eterna, vivan con tus santos por siempre, porque tú eres compasivo.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: 
Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
Después de recibir el sacramento de tu Unigénito, que en favor nuestro fue inmolado y gloriosamente resucitó, te pedimos humildemente, Señor, por tus siervos difuntos, para que, purificados por el Misterio pascual, sean glorificados con el don de la resurrección futura. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.

 
RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN FINAL
(Celebración de los Difuntos)
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

Pres.: Que Dios, nuestro Padre, que con amor inefable creó al hombre y en la resurrección de Cristo otorgó a los creyentes la esperanza de resucitar, les conceda su bendición y su consuelo.
℟.: Amén.

Pres.: Que a quienes vivimos todavía, nos otorgue el perdón de nuestros pecados, y a todos los difuntos les conceda el lugar de la luz y de la paz.
℟.: Amén.

Pres.: Y que a todos nos conceda vivir eternamente felices con Cristo, ya que creemos firmemente que resucitó de entre los muertos.
℟.: Amén.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
Pres.:
 Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟.: Amén.
 
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣.:
 Pueden ir en paz.
℟.: Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote se retira a la sacristía.

CANTO DE SALIDA

SANTA MARÍA, DE LA ESPERANZA 
//MANTÉN EL RITMO DE NUESTRA ESPERA//

NOS DISTE AL ESPERADO DE LOS TIEMPOS,
MIL VECES PROMETIDO EN LOS PROFETAS.
Y NOSOTROS DE NUEVO DESEAMOS
QUE VUELVA A REPETIRNOS SUS PROMESAS. ℟.

BRILLASTE COMO AURORA DEL GRAN DÍA,
PLANTABA DIOS SU TIENDA EN NUESTRO SUELO.
Y NOSOTROS SOÑAMOS CON SU VUELTA,
QUEREMOS LA LLEGADA DE SU REINO. ℟.

ESPERASTE CUANDO TODOS VACILABAN
EL TRIUNFO DE JESÚS SOBRE LA MUERTE,
Y NOSOTROS ESPERAMOS QUE SU VIDA,
ANIME NUESTRO MUNDO PARA SIEMPRE. ℟.

VIVISTE CON LA CRUZ DE LA ESPERANZA
TENSANDO EN EL AMOR DE LARGA ESPERA.
Y NOSOTROS BUSCAMOS CON LOS HOMBRES
EL NUEVO AMANECER DE NUESTRA TIERRA. ℟.