Este site não pertence a Igreja Católica da realidade. Somos uma representação dela em um jogo virtual conhecido como Minecraft.

COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA
Oremus pro pontificem nostro, Benedictus

Periódico Liturgico | Ascensión del Señor

 

PERIÓDICO LITÚRGICO
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
01.06.2025

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA
(Yo estaré con vosotros)

Una vez reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar con los ministros, durante el canto de entrada.

"Yo estaré con vosotros", nos dice el señor;
por toda la tierra hablaréis de mi amor.
"Os dare mi espíritu, la fuerza de Dios",
y todas las gentes cantara al Señor.

Alabad a Dios nuestro creador.
Alabad a Dios nuestro salvador.
Nos da su espíritu, la alegría y el amor.

Hablaréis en las plazas, en el pueblo, en la ciudad.
Hablaréis de la Alianza, de justicia y hermandad.
Llevaréis mi Palabra que a los pobres salvará;
como lámpara encendida vuestras obras verán. ℟.

No lleveis ni oro ni plata, ni sandalias ni bastón.
Proclamad con esperanza la llegada del Señor.
Dios está a nuestro lado, Él nos llena de valor.
Él nos guía con su mano, es mi roca y salvación. ℟.

Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.

ANTÍFONA DE ENTRADA
(Hch 1, 11)

Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
Hombres de Galilea. ¿qué hacen allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús, que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto marcharse. Aleluya.

Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.
 
SALUDO INICIAL

Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
Pres.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟.: Amén
 
El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Pres.: El Dios de la Vida, que ha resucitado a Jesucristo rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El sacerdote, diácono u otro ministro debidamente preparado podrá, en breves palabras, introducir a los fieles en la misa del día.

RITO DE LA ASPERSIÓN

Pres.: En el día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, también nosotros estamos invitados a morir al pecado y resucitar a una vida nueva. Reconozcamos que tenemos necesidad de la misericordia del Padre.

Después del saludo, el sacerdote, de pie junto a la silla, de cara al pueblo, con el recipiente con el agua que se va a bendecir delante de él, invita al pueblo a orar, con estas o similares palabras:
Pres.: Hermanos y hermanas míos, invoquemos al Señor nuestro Dios, para que bendiga esta agua que va a ser rociada sobre nosotros, en memoria de nuestro Bautismo. Que Él se digne ayudarnos a permanecer fieles al Espíritu que hemos recibido.

Después el sacerdote dice la siguiente oración para bendecir el agua:
Pres.: Señor, Dios todopoderoso, escucha benignamente las oraciones de tu pueblo. Mientras celebramos la maravilla de nuestra creación y la maravilla aún mayor de nuestra redención, dígnate bendecir esta agua. Fuiste tú quien lo creó para fertilizar la tierra, lavar nuestros cuerpos y restaurar nuestras fuerzas. La hiciste también instrumento de tu misericordia: por ella liberaste a tu pueblo del cautiverio y calmaste su sed en el desierto: por ella los profetas anunciaron tu alianza que quisiste concluir con la humanidad: por ella finalmente, consagrada por Cristo en el Jordán, renovaste, mediante el baño del nuevo nacimiento, nuestra humanidad herida por el pecado. Que esta agua sea para nosotros un recuerdo de nuestro Bautismo y nos haga participar de la alegría de aquellos que fueron bautizados en Pascua. Por Cristo nuestro Señor.
℟.: Amén.

Y, tras un momento de silencio, continúa con las manos juntas.

Luego, tomando el rociador, el sacerdote se rocía a sí mismo, a los ministros, luego al clero y al pueblo, recorriendo la iglesia si es necesario. 

Mientras tanto, se canta un canto apropiado.

Regresando a la sede y terminado el canto, el sacerdote, de pie, frente al pueblo, dice con las manos juntas: 
Pres.: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟.: Amén.

Pres.: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.
Pres.: Cristo, ten piedad.
℟.Cristo, ten piedad.
Pres.: Señor, ten piedad.
℟.: Señor, ten piedad.

GLORIA
 
℟.Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

ORACION COLECTA
 
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Concédenos, Dios todopoderoso, rebosar de santa alegría y, gozosos, elevar a ti fervorosas gracias ya que la ascensión de Cristo, tu Hijo, es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros, que somos su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

O bien:

Te rogamos nos concedas, Dios todopoderoso, que al reafirmar, en este día, nuestra fe en la ascensión a los cielos de tu Unigénito, nuestro Redentor, nosotros vivamos también con nuestros pensamientos puesto en las cosas celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
 
PRIMERA LECTURA
(Hch 1, 1-11)
 
Lector: Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: "No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo".  
Los ahí reunidos le preguntaban: "Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?". Jesús les contestó: "A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra".  
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, seles presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse".
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
 
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 46)
 
℟. Entre voces de jubilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.

Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos: que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. ℟.

Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. ℟.

Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(Heb 9, 24-28; 10, 19-23)
 
Lector: Lectura del libro de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios. intercediendo por nosotros.  
En la antigua. alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.  
Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.  
Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.  
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.

O bien:

(Ef 1, 17-23)

Lector: Lectura del libro del apóstol san Pablo a los Efesios.
Hermanos: Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo.  
Le pido que les ilumine lamente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.  
Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.  
Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
 
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS 
A TODOS LOS PUEBLOS, DICE EL SEÑOR,
Y SEPAN QUE YO ESTOY CON USTEDES
TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO.
 
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
℣.: Padre, dame tu bendición.

El sacerdote dice en voz baja:
Pres.:
 El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
℣.:
 Amén.

Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.

EVANGELIO
(Lc 24, 46-53)
 
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.:
 El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
℟.:
 Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
℣.:
 En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados.  
Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto".  
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.
℣.:  Palabra del Señor.
℟.:  Gloria a ti, Señor Jesús.

Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
 
HOMILÍA
 
Luego se pronuncia la homilía, que es responsabilidad del sacerdote o diácono; Es obligatorio todos los domingos y días festivos y también recomendado el resto de días.

CREDO
(Símbolo Apostólico)
 
Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
℟.: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

PLEGARIA UNIVERSAL

Pres.: Queridos hermanos, En el día en que el Señor Jesús ascendió al Cielo, invoquemos su intercesión por los hombres y mujeres del mundo entero, diciendo (o cantando) con alegría:
℟.: Escúchanos, Señor.

1. Por los pastores de la Iglesia enviados por Jesús a anunciar el Evangelio en todas partes, para que vivan animados por el Espíritu Santo. Roguemos al Señor.

2. Por quienes buscan a Dios mirando al Cielo, para que lo reconozcan también en la tierra en los más pobres, en los que lloran o están solos. Roguemos al Señor.

3. Por los hombres que no conocen a Cristo, para que la luz de la fe les ilumine y reciban el Bautismo en el Espíritu Santo. Roguemos al Señor.

4. Por los esposos cristianos y sus hogares, para que sean signo del amor de Dios y escuela del Evangelio para sus hijos. Roguemos al Señor.

5. Por todos nosotros reunidos aquí en asamblea, para que Jesús un día nos llame a contemplar la gloria eterna del Padre donde el habita. Roguemos al Señor.

Pres.: Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, escucha nuestras súplicas y haznos desear las moradas eternas donde tú vives e intercedes por nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
℟.: Amén.


LITURGIA EUCARÍSTICA
 
PRESENTACIÓN DE LOS DONES
(Con amor te presento, Señor)
 
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

CON AMOR TE PRESENTO SEÑOR
LO MEJOR DE MI VIDA,
TE PRESENTO SEÑOR MI AMISTAD,
CON AMOR TE PRESENTO SEÑOR,
PARA SER MI MANJAR,
LA VIÑA, EL RACIMO, EL TRIGAL,
EL PAN DE MI HOGAR,
TE PRESENTO CON AMOR.

CON MIS MANOS ABIERTAS A TI,
CONTEMPLANDO TU LÁMPARA,
TE PRESENTO, SEÑOR MI ESPERANZA
HACIA TI SE DIRIGE MI BARCA
HACIA EL CIELO SE VA
ES LARGO EL CAMINO, EL REMAR
RUTA PASCUAL, DIOS ME GUÍE AL CAMINAR.

CON  MI AMOR TAMBIÉN YO TE DOY,
LO MEJOR DE MIS LÁGRIMAS
TE PRESENTO SEÑOR MI DOLOR,
TE PRESENTO SEÑOR MI ORACIÓN,
OFERTORIO DE AMOR,
EL GRANO ENTERRADO YA ES FLOR,
LA ESPIGA OBLACIÓN, LA SEMILLA REDENCIÓN.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.

El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Pres.: Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Al ofrecerte, Señor, este sacrificio en la gloriosa festividad de la ascensión, concédenos que por este santo intercambio, nos elevemos también nosotros a las cosas del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.

PREFACIO
(El misterio de la Ascensión)
 
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: 
El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

El sacerdote prosigue:
Pres.: Levantemos el corazón.
℟.: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El sacerdote añade:
Pres.: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟.: Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio.
Pres.: 
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque el Señor Jesús, Rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles ascendió hoy a lo más alto de los cielos, como Mediador entre Dios y los hombres, Juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No lo hizo para apartarse de la pequeñez de nuestra condición humana sino para que lo segamos confiadamente como miembros suyos, al lugar donde nos precedió él, cabeza y principio de todos nosotros.

Por eso, con esta efusión del gozo pascual, el mundo entero está llamado a la alegría junto con los ángeles y los arcángeles que cantan un himno a tu gloria, diciendo sin cesar.

En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
℟.:
 Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo

PLEGARIA EUCARÍSTICA III
 
El sacerdote dice:
Pres.:
 SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
Pres.: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.:  Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,
Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el día glorioso de la Ascensión, en el que Cristo ha sido constituido Señor del cielo y de la tierra. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.:
 Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟.: Amén.

RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: 
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Junto con el pueblo, continúa:
℟.:
 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
℟.:
 Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.:
 Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.

El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟.: Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
℣.: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
℟.:  Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.: 
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

COMUNIÓN
(Oh buen Jesús)
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.:
 El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.: Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

¡OH, BUEN JESÚS! YO CREO FIRMEMENTE
QUE POR MI BIEN ESTÁS EN EL ALTAR,
QUE DAS TU CUERPO Y SANGRE JUNTAMENTE
AL ALMA FIEL EN CELESTIAL MANJAR,
AL ALMA FIEL EN CELESTIAL MANJAR.

INDIGNO SOY, CONFIESO AVERGONZADO,
DE RECIBIR LA SANTA COMUNIÓN;
JESÚS, QUE VES MI NADA Y MI PECADO,
PREPARA TÚ MI POBRE CORAZÓN,
PREPARA TÚ MI POBRE CORAZÓN.

PEQUÉ SEÑOR; INGRATO TE HE VENDIDO;
INFIEL TE FUI, CONFIESO MI MALDAD.
CONTRITO YA, PERDÓN, SEÑOR, TE PIDO;
ERES MI DIOS, APELO A TU BONDAD,
ERES MI DIOS, APELO A TU BONDAD.

ESPERO EN TI, PIADOSO JESÚS MÍO;
OIGO TU VOZ, QUE DICE “VEN A MÍ”.
PORQUE ERES FIEL, POR ESO EN TI CONFÍO;
TODO, SEÑOR, ESPÉROLO DE TI,
TODO, SEÑOR, ESPÉROLO DE TI.

¡OH, BUEN JESÚS, PASTOR FINO Y AMANTE!
MI CORAZÓN SE ABRAZA EN SANTO ARDOR;
SI TE OLVIDÉ, HOY JURO QUE, CONSTANTE,
HE DE VIVIR TAN SÓLO DE TU AMOR,
HE DE VIVIR TAN SÓLO DE TU AMOR.

DULCE MANÁ DE CELESTIAL COMIDA,
GOZO Y SALUD DEL QUE TE COME BIEN;
VEN SIN TARDAR, MI DIOS, MI LUZ, MI VIDA;
DESCIENDE A MÍ, HASTA MI PECHO VEN,
DESCIENDE A MÍ, HASTA MI PECHO VEN.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Mt 28, 20)

Si no hay canto de comunión, se recita la antífona: 
℣.:
 Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: 
Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
Dios todopoderoso y eterno, que nos permites participar en la tierra de los misterios divinos, concede que nuestro fervor cristiano nos oriente hacia el cielo, donde ya nuestra naturaleza humana está contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN SOLEMNE
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice
Pres.: El Señor esté con ustedes.
℟.: Y con tu espíritu.

Pres.: Dios todopoderoso los bendiga en este día en que su Hijo subió al cielo y les abrió la entrada de la gloria para llegar a estar junto a él.
℟.: Amén.

Pres.: Cristo, que se apareció a sus discípulos después de su Resurrección, se manifieste también a ustedes lleno de misericordia, cuando venga para el juicio final.
℟.: Amén.

Pres.: Y al proclamarlo glorioso junto al Padre, les conceda la alegría de experimentar que permanece con ustedes hasta el fin del mundo, como lo ha prometido.
℟.: Amén.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
Pres.:
 Y la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo  y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟.: Amén.
 
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣.
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. 
Pueden ir en paz.
℟.: Demos gracias a Dios.

CANTO DE SALIDA
(Santa María de la Esperanza)

SANTA MARÍA, DE LA ESPERANZA
// MANTÉN EL RITMO DE NUESTRA ESPERA //

NOS DISTE AL ESPERADO DE LOS TIEMPOS,
MIL VECES PROMETIDO EN LOS PROFETAS.
Y NOSOTROS DE NUEVO DESEAMOS
QUE VUELVA A REPETIRNOS SUS PROMESAS. ℟.

BRILLASTE COMO AURORA DEL GRAN DÍA,
PLANTABA DIOS SU TIENDA EN NUESTRO SUELO.
Y NOSOTROS SOÑAMOS CON SU VUELTA,
QUEREMOS LA LLEGADA DE SU REINO. ℟.

ESPERASTE CUANDO TODOS VACILABAN
EL TRIUNFO DE JESÚS SOBRE LA MUERTE,
Y NOSOTROS ESPERAMOS QUE SU VIDA,
ANIME NUESTRO MUNDO PARA SIEMPRE. ℟.

VIVISTE CON LA CRUZ DE LA ESPERANZA
TENSANDO EN EL AMOR DE LARGA ESPERA.
Y NOSOTROS BUSCAMOS CON LOS HOMBRES
EL NUEVO AMANECER DE NUESTRA TIERRA. ℟.