PERIÓDICO LITÚRGICO
VIERNES SANTO
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
18.04.2025
Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día
ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.
En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la
celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha
celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una
hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres
partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.
El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se
dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o,
si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Todos
los demás se postran de rodillas.
Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el
pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin
decir la invitación Oremos.
ORACIÓN
Pres.: Recuerda, Señor, tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre,
instituyó en su favor el Misterio pascual.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
O bien:
Pres.: Oh, Dios,
que por la pasión de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
has destruido la muerte,
herencia del antiguo pecado que alcanza a toda la humanidad,
concédenos que, semejantes a él,
llevemos la imagen del hombre celestial
por la acción santificadora de tu gracia, así como hemos llevado grabada la imagen del hombre terreno
por exigencia de la naturaleza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
℟.: Amén.
PRIMERA PARTE:
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Is 52, 13 – 53, 12)
Él fue traspasado por nuestras rebeliones.
Lector: Lectura del libro de Isaías.
Miren, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y comprender algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?;
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultaban los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién se preocupará de su estirpe?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 30)
℟. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. ℟.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. ℟.
Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. ℟.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valientes de corazón,
los que esperan en el Señor. ℟.
SEGUNDA LECTURA
(Heb 4, 14-16; 5, 7-9)
Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación.
Lector: Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.
Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(Cf. Flp 2, 8-9)
℟.: Honor y gloria a ti, Señor Jesús.℣.: Cristo se ha hecho por nosotros obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
℟.: Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Para la lectura de la Pasión del Señor no se llevan ni cirios ni incienso, no se hace al principio el saludo habitual, ni se signa el libro. La lee el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Puede también ser leída por lectores, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si son diáconos, antes de la lectura de la Pasión, piden la bendición al sacerdote, como en otras ocasiones antes del Evangelio.
℣.: Padre, dame tu bendición.
Pres.: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
℣.: Amén.
Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.
EVANGELIO
(Jn 18, 1 – 19, 42)
℣.: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
¿A quién buscáis? A Jesús, el Nazareno.
Cronista:
EN aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
EN aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
Llevaron a Jesús primero ante Anás.
C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
C. Él dijo:
S. «No lo soy».
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy.
C. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?».
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy».
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo en el huerto con él?».
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo.
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato le dijo:
S. «Entonces, ¿tú eres rey?».
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?».
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás».
C. El tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:S. «Salve, rey de los judíos!».
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «He aquí al hombre».
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los judíos le contestaron:
S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?».
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo “Gábbata”). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. «He aquí a vuestro rey».
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César».
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron; y con él a otros dos.
C. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice “Gólgota”), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, e! Nazareno, el rey de los judíos».Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: soy el rey de los judíos”».
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está».
Se repartieron mis ropas.
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre.
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre».
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Está cumplido.
C. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:+ «Tengo sed».
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido».
C. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Al punto salió sangre y agua.
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura:«No le quebrarán un hueso»;
y en otro lugar la Escritura dice:
«Mirarán al que traspasaron».
Envolvieron el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas.
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
℣.: Palabra del Señor.
℟.: Gloria a ti, Señor Jesús.
Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
HOMILÍA
ORACIÓN UNIVERSAL
La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este
modo: el diácono, silo hay, o en su ausencia un ministro laico, en pie y desde el ambón,
pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después todos oran en silencio
durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece
más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración.
Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las
oraciones.
Antes de la oración del sacerdote se pueden emplear, según la tradición, las
invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas y: Pueden levantarse, con un espacio
de oración en silencio que todos hacen arrodillados.
En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se
añada alguna intención especial.
I. POR LA IGLESIA
℣.: Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la
mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida
confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las naciones, vela solícito por la obra de tu amor, para que la Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
II. POR EL PAPA
℣.: Oremos también por nuestro Santo Padre el papa Clemente, para que Dios, que lo llamó al orden
episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia, como guía del pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna todas las cosas, atiende bondadoso nuestras súplicas y guarda en tu amor a quien has elegido como papa, para que el pueblo cristiano, gobernado por ti, progrese siempre en la fe bajo el cayado del mismo pontífice. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
IV. POR LOS CATECÚMENOS
℣.: Oremos también por los catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les abra
los oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que, recibida la remisión de
todos los pecados por el baño de la regeneración, sean incorporados a Jesucristo,
nuestro Señor.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, que heces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente nuevos hijos, acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos, para que al renacer en la fuente bautismal, sean contados entre los hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
V. POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
℣.: Oremos también por todos los hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios
nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a los que viven de acuerdo con la
verdad.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la unidad ya lograda, mira con amor a la grey de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad congregue a los que consagró un solo bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
VI. POR LOS JUDÍOS
℣.: Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro,
para que acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
VII. POR LOS QUE NO CREEN EN CRISTO
℣.: Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu
Santo, encuentren el camino de la salvación
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo encontrar la verdad al caminar en tu presencia con sincero corazón, y a nosotros, deseosos de ahondar en el misterio de tu vida, ser ante el mundo testigos más convincentes de tu amor y crecer en la caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor
℟.: Amén.
VIII. POR LOS QUE NO CREEN EN DIOS
℣.: Oremos también por los que no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la
rectitud y sinceridad de su vida.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que, deseándote siempre, te busquen y, cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles, en medio de sus dificultades, que los signos de tu amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes los lleven al gozo de reconocerte como el único Dios verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
IX. POR LOS GOBERNANTES
℣.: Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro
Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y
libertad de todos los hombres.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, en tu mano están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos, mira con bondad a los que nos gobiernan, para que en todas partes se mantengan, por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos, la paz estable y la libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
X. POR LOS ATRIBULADOS
℣.: Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de
todos los errores, aleje las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones injustas,
rompa las cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a casa a los
peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fuerza de los que sufren, lleguen hasta ti las súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que todos sientan en sus adversidades el gozo de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
SEGUNDA PARTE:
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Primera forma
El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su
parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Mirad el árbol de la
cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la «schola». Todos
responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio,
durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola,
canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la
invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
Segunda forma
El sacerdote:
Pres.: Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
℟.: Venid a adorarlo.
Pres.: Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
℟.: Venid a adorarlo.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que, silo
juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los
ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una
genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola),
según las costumbres de cada lugar.
Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes
resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote,
después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante
el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la
levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.
Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Oh,
cruz fiel, u otros cánticos apropiados. Los que ya han adorarado la cruz, regresan a sus
lugares y se sientan.
CANTOS PARA LA ADORACIÓN DE LA CRUZ
I
(Pueblo mío)
PUEBLO MÍO
¿QUÉ TE HE HECHO?
¿EN QUÉ TE HE OFENDIDO?
RESPÓNDEME
YO TE SAQUÉ DE EGIPTO,
TÚ PREPARASTE UNA CRUZ
PARA TU SALVADOR
HAGIOS, O THEOS
SANTO ES DIOS
HAGIOS ISCHYROS
SANTO Y FUERTE
HAGIOS ATHANATOS, ELEISON IMAS
SANTO E INMORTAL TEN PIEDAD DE NOSOTROS ℟.
YO TE GUIÉ CUARENTA AÑOS POR EL DESIERTO
TE ALIMENTÉ CON EL MANÁ
TE INTRODUJE EN UNA TIERRA EXCELENTE
TÚ PREPARASTE UNA CRUZ PARA TU SALVADOR
HAGIOS, O THEOS
SANTO ES DIOS
HAGIOS ISCHYROS
SANTO Y FUERTE
HAGIOS ATHANATOS, ELEISON IMAS
SANTO E INMORTAL TEN PIEDAD DE NOSOTROS ℟.
¿QUÉ MÁS PUDE HACER POR TI?
YO TE PLANTÉ COMO VIÑA MÍA
ESCOGIDA Y HERMOSA
¡QUÉ AMARGA TE HAS VUELTO CONMIGO!
PARA MI SED ME DISTE VINAGRE
CON LA LANZA TRASPASASTE EL COSTADO
A TU SALVADOR
HAGIOS, O THEOS
SANTO ES DIOS
HAGIOS ISCHYROS
SANTO Y FUERTE
HAGIOS ATHANATOS, ELEISON IMAS
SANTO E INMORTAL TEN PIEDAD DE NOSOTROS ℟.
II
(Tu Cruz adoramos)
TU CRUZ ADORAMOS, SEÑOR,
Y TU SANTA RESURRECCIÓN
ALABAMOS Y GLORIFICAMOS.
//POR EL MADERO
HA VENIDO LA ALEGRÍA
AL MUNDO ENTERO//
ÁRBOL ÚNICO EN NOBLEZA
DE DONDE BROTA LA VIDA,
BAJO TUS BRAZOS REUNIDA
TE ADORA LA CRISTIANDAD
POSTRADA Y AGRADECIDA. ℟.
EN TI, TODOS LOS QUE SUFREN
BUSCAN ALIVIO Y CONSUELO.
TU YUGO ES SUAVE Y LIGERO
PUES TU PESO NOS QUITÓ
EL QUE TE LLEVÓ PRIMERO. ℟.
TERCERA PARTE:
SAGRADA COMUNIÓN
Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.
Después que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y
ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.
Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:
Pres.: Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
℟.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal
℟.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal
El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟.: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Pres.: Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada
sobre la píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con voz clara:
Pres.:Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de Cristo.
Pres.:Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
COMUNIÓN
(Postrado ante la cruz)
Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de Cristo.
Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el
salmo 21 u otro canto apropiado.
POSTRADO ANTE LA CRUZ EN LA QUE HAS MUERTO
Y A LA QUE YO TAMBIÉN TE HE CONDENADO,
SÓLO PUEDO DECIRTE QUE LO SIENTO,
SÓLO PUEDO DECIRTE QUE HOY TE AMO
Y TE PIDO PERDÓN POR MIS ERRORES
Y TE PIDO PERDÓN POR MIS PECADOS.
PERDÓNAME SEÑOR, HOY ME ARREPIENTO,
PERDÓNAME, MI DIOS CRUCIFICADO.
YO HE CARGADO DE ESPINAS TU CABEZA
CUANDO HE VUELTO LA ESPALDA A MIS HERMANOS.
YO HE LLENADO TU CUERPO DE TORMENTOS
CUANDO A ALGÚN SEMEJANTE HE DESPRECIADO.
Y YO CLAVO EN LA CRUZ TUS MANOS Y TUS PIES
SIEMPRE QUE A MIS AMIGOS YO DEFRAUDO. ℟.
YO HE COLMADO TU FAZ DE SUFRIMIENTO
CUANDO HE VISTO INJUSTICIAS Y HE CALLADO.
YO HE SEMBRADO TU ALMA DE AMARGURA
AL FINGIR SIEMPRE SER UN BUEN CRISTIANO.
YO ATRAVIESO TU PECHO CON LA LANZA
SIEMPRE QUE ESPERO AMOR Y YO NO AMO. ℟.
Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la
píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las
circunstancias, lo reserva en el sagrario.
Después, el sacerdote dice:
Pres.: Oremos.
Y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:
Dios todopoderoso y eterno, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido, continúa realizando en nosotros, por la participación en este misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos siempre entregados a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
Pres.: Oremos.
Y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:
Dios todopoderoso y eterno, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido, continúa realizando en nosotros, por la participación en este misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos siempre entregados a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
Para despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el sacerdote, puede decir esta
invitación: Inclinense para recibir la bendición.
Después, el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice la
siguiente oración sobre el pueblo:
Pres.: Descienda, Señor, tu bendición abundante
sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu Hijo
con la esperanza de su resurrección;
llegue a él tu perdón,
reciba el consuelo,
crezca su fe
y se afiance en él la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
℟.: Amén.
Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.
Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos
o cuatro candeleros.
Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la
hora de Vísperas.