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COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

COMUNIDADE CATÓLICA DE MINECRAFT - A UMA DÉCADA A SERVIÇO DA IGREJA

Periódico Litúrgico | XXI Domingo del Tiempo Ordinario

 


XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
 
25.08.2024
 
RITOS INICIALES
 
CANTO DE ENTRADA
 
Una vez reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar con los ministros, durante el canto de entrada.

//ALREDEDOR DE TU MESA VENIMOS A RECORDAR//
//QUE TU PALABRA ES CAMINO, TU CUERPO FRATERNIDAD,
QUE TU PALABRA ES CAMINO, TU CUERPO FRATERNIDAD//.
 
HEMOS VENIDO A TU MESA
A RENOVAR EL MISTERIO DE TU AMOR,
CON NUESTRAS MANOS MANCHADAS
ARREPENTIDOS BUSCAMOS TU PERDÓN. R.

JUNTOS Y A VECES SIN VERNOS,
CELEBRAMOS TU PRESENCIA SIN SENTIR
QUE SE INTERRUMPE EL CAMINO
SI NO VAMOS COMO HERMANOS HACIA TI. R.
 
ANTÍFONA DE ENTRADA
(Sal 85, 1-3)

Si no hay canto de entrada, se recita la antífona:
V.: Inclina tu oído, Señor, escúchame. Salva a tu siervo que confía en ti. Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día.
 
 
Llegado al altar y habiendo hecho la debida reverencia, besarlo en señal de veneración y, si procede, inciensarlo. Luego todos van a las sillas.
 
Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
Pres.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R.: Amén
 
El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
Pres.: El Dios de la esperanza, que por la acción del Espíritu Santo nos colma con su alegría y con su paz, esté siempre con todos ustedes.
R.: Y con tu espíritu.
 
El sacerdote, diácono u otro ministro debidamente preparado podrá, en breves palabras, introducir a los fieles en la misa del día.
 
ACTO PENITENCIAL
 
Pres.: Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula de la confesión general:
R.:  Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. 
Y, golpeándose el pecho, dicen: 
R.:  Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen: 
R.:  Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
 
Sigue la absolución del sacerdote:
Pres.: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R.: Amén.
 
Pres.:  Señor, ten piedad.
R.:  Señor, ten piedad.

Pres.: Cristo, ten piedad.
R.: Cristo, ten piedad.

Pres.: Señor, ten piedad.
R.: Señor, ten piedad.
 
GLORIA
 
R.: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
 
ORACION COLECTA
 
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Oh, Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. 
R.: Amén.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
 
PRIMERA LECTURA
(Jos 24,1-2a.15-17.18b)
 
Lector: Lectura del libro de Josué.

En aquellos días, Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios.
Josué dijo a todo el pueblo:
«Si les resulta duro servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a los que sirvieron sus padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitan; que yo y mi casa serviremos al Señor».
El pueblo respondió:
«¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y en entre todos lo pueblos por los que atravesamos.
También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!».

Lector: Palabra de Dios.
℟.: Te alabamos, Señor.
 
SALMO RESPONSORIAL
(Sl 34 (33))
 
R. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
 
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
 
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R.
 
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R.
 
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará. R.

La maldad da muerte al malvado,
los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R.
 
 
SEGUNDA LECTURA
(Ef 5,21-32)
 
Lector: Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Sean sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia:
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño de agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».
Este es un gran misterio; y yo lo refiere a Cristo y a la Iglesia.

Lector: Palabra de Dios.
R.: Te alabamos, Señor.
 
 
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
 
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
TUS PALABRAS, SEÑOR, SON ESPÍRITU Y VIDA; 
TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.
 
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
 
Mientras tanto, el sacerdote, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
V.: Padre, dame tu bendición.

El sacerdote dice en voz baja:
Pres.: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
V.: Amén.
 
Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.
 
EVANGELIO
(Jn 6, 60-69)
 
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
V.: El Señor esté con ustedes.
R.: Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
✠ Lectura del santo Evangelio según San Juan
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
R.: Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
V.: En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto los escandaliza?, ¿y si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida;
la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre ustedes que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También ustedes quieren marcharse?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

V.:  Palabra del Señor.
R.:  Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Luego besa el libro, diciendo la oración en silencio.
 
HOMILÍA
 
Luego se pronuncia la homilía, que es responsabilidad del sacerdote o diácono; Es obligatorio todos los domingos y días festivos y también recomendado el resto de días.
 
CREDO
(Símbolo Niceno-constantinopolitano)
 
Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
 
R.: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, 
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
 
PLEGARIA UNIVERSAL
 
Pres.: Hermanos, dirijamos nuestras peticiones al Padre Misericordioso, que en su gran amor, ha querido salvarnos por la intercesión de su Hijo y digámosle:
R.: Padre de amor, escúchanos.
 
1.  Por la Iglesia, cuerpo místico de Cristo en el mundo, para que sea símbolo de unidad, fraternidad y servicio hacia los más necesitados. Oremos. R.
 
2. Por los gobernantes, para que busquen medidas que promuevan la justicia y equidad en cada uno de sus territorios. Oremos. R.
 
3. Por los enfermos y agonizantes, para que a través del dolor y la dificultad, puedan encontrarse con la persona de Cristo con su fuerza, y así puedan perseverar en la fe. Oremos. R.
 
4. Por los matrimonios que pasan por crisis, para que el Señor les ayude a crear ambientes de diálogo, perdón y amor. Oremos. R.

5. Por nosotros, reunidos para celebrar esta Eucaristía, para que el Señor nos ilumine con su presencia y podamos ser partícipes de su salvación. Oremos. R.
 
Pres.: Padre de misericordia, recibe estas oraciones y todas aquellas que quedan en lo profundo de nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R.: Amén.
 
LITURGIA EUCARÍSTICA
 
PRESENTACIÓN DE LOS DONES
 
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

RECIBE, OH DIOS, EL PAN QUE TE OFRECEMOS.
LUEGO SERÁ EL CUERPO DE JESÚS.
TAMBIÉN ACEPTA NUESTROS SACRIFICIOS,
NUESTRA ORACIÓN Y NUESTRO CORAZÓN.

RECIBE, OH DIOS, EL VINO QUE OFRECEMOS.
LUEGO SERÁ LA SANGRE DE JESÚS.
TAMBIÉN ACEPTA NUESTROS SACRIFICIOS,
NUESTRA ORACIÓN Y NUESTRO CORAZÓN.

RECÍBELOS, SEÑOR, POR NUESTRAS FALTAS,
POR LOS QUE ESTÁN AQUÍ, JUNTO AL ALTAR,
POR LOS CRISTIANOS VIVOS Y DIFUNTOS,
POR TODO EL MUNDO, POR SU SALVACIÓN.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
 
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Pres.: Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Señor, que adquiriste para ti un pueblo de adopción con el sacrificio de una vez para siempre, concédenos propicio los dones de la unidad y de la paz en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R.: Amén.
 
PREFACIO
(El Misterio Pascual y el Pueblo de Dios)
 
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
Pres.: El Señor esté con ustedes.
R.: Y con tu espíritu.

El sacerdote prosigue:
Pres.: Levantemos el corazón.
R.: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

El sacerdote añade:
Pres.: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R.: Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio.
Pres.: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. 
Quien, por su misterio pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos del pecado y de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable, proclamemos ante el mundo tus maravillas. 
Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
 
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R.:  Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
 
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
 
El sacerdote dice:
Pres.: SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
Pres.: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan,

Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.:  Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,

Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
R.: Salvador del mundo, sálvanos, que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
 
Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Juan Pablo VI, a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
R.: Amén.
 
RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:

Junto con el pueblo, continúa:
R.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
R.: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R.: Amén.

El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
R.: Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
V.: Dense fraternalmente la paz.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
R.:  Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.:Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
R.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
 
COMUNIÓN
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
R.: El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
.: Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

SEÑOR A QUIEN IREMOS
TU TIENES PALABRAS DE VIDA
NOSOTROS HEMOS CREÍDO
QUE TU ERES EL HIJO DE DIOS.

SOY EL PAN QUE OS DA LA VIDA ETERNA,
EL QUE VIENE A MI NO TENDRÁ HAMBRE,
EL QUE VIENE A MI NO TENDRÁ SED
ASÍ HA HABLADO JESÚS. R.

NO BUSQUÉIS ALIMENTO QUE PERECE
SINO AQUEL QUE PERDURA ETERNAMENTE;
EL QUE OFRECE EL HIJO DEL HOMBRE
QUE EL PADRE OS HA ENVIADO. R

NO ES MOISÉS QUIEN OS DIO EL PAN DEL CIELO
ES MI PADRE QUIEN DA PAN VERDADERO,
PORQUE EL PAN DE DIOS BAJA DEL CIELO
Y DA LA VIDA AL MUNDO. R

PUES SI YO HE BAJADO DEL CIELO
NO ES PARA HACER MI VOLUNTAD
SINO LA VOLUNTAD DE MI PADRE
QUE ES DAR AL MUNDO LA VIDA. R

EL QUE VIENE AL BANQUETE DE MI CUERPO,
EN MÍ VIVE Y YO VIVO EN ÉL;
BROTARÁ EN ÉL LA VIDA ETERNA,
Y YO LO RESUCITARÉ. R.

SOY EL PAN VIVO QUE DEL CIELO BAJA;
EL QUE COME DE ESTE PAN POR SIEMPRE VIVE.
PUES EL PAN QUE DARÉ ES MI CARNE,
QUE DA LA VIDA AL MUNDO. R.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN
(Cf. Sal 103, 13. 14-15 o Cf. Jn 6, 54)

Si no hay canto de comunión, se recita la antífona: 
V.: La tierra se sacia de tu acción fecunda, Señor, para sacar pan de los campos y vino que alegre el corazón del hombre.
O bien:
V.: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día, dice el Señor.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
Te pedimos, Señor, que realices plenamente en nosotros el auxilio de tu misericordia, y haz que seamos tales y actuemos de tal modo que en todo podamos agradarte. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R.: Amén.
 
ORACIÓN DEL AÑO SANTO JUBILAR

Todos: Señor, a Ti elevamos nuestros corazones llenos de gratitud/ por la bendición de los últimos 10 años de nuestra comunidad./ Ante Ti reconocemos la importancia de este espacio virtual/ que une corazones, promueve amistades y fortalece lazos fraternos/ entre quienes buscan la fe./ Te pedimos, oh Señor,/ derrames tu gracia sobre los corazones de los jóvenes de nuestra comunidad,/ para que puedan discernir y abrazar generosamente las vocaciones/ a las que Tú los llamas, ya sea en la vida matrimonial, religiosa o laical. Por Cristo Nuestro Señor.
R.: Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN FINAL
(Tiempo Ordinario III)
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice
Pres.: El Señor esté con ustedes.
R.: Y con tu espíritu.

Pres.: Que Dios todopoderoso los bendiga con su misericordia y les conceda la sabiduría que salva.
R.: Amén.

Pres.: Que aumente siempre en ustedes la fe y los haga perseverar en las buenas obras.
R.: Amén.

Pres.: Que enderece hacia sí los pasos de ustedes y les muestre el camino del amor y de la paz.
R.: Amén.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
Pres.: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R.: Amén.
 
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
V.: Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
R.: Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote se retira a la sacristía.

CANTO DE SALIDA

MI ALMA GLORIFICA AL SEÑOR MI DIOS,
GOZASE MI ESPÍRITU EN MI SALVADOR,
EL ES MI ALEGRÍA, ES MI PLENITUD,
EL ES TODO PARA MI.

HA MIRADO LA BAJEZA DE SU SIERVA,
MUY DICHOSA ME DIRÁN TODOS LOS PUEBLOS,
PORQUE EN MÍ HA HECHO GRANDES MARAVILLAS
EL QUE TODO PUEDE CUYO NOMBRE ES: SANTO. R.

SU CLEMENCIA SE DERRAMA POR LOS SIGLOS
SOBRE AQUELLOS QUE LE TEMEN Y LE AMAN;
DESPLEGÓ EL GRAN PODER DE SU DERECHA,
DISPERSÓ A LOS QUE PIENSAN QUE SON ALGO. R.

DERRIBÓ A LOS POTENTADOS DE SUS TRONOS
Y ENSALZÓ A LOS HUMILDES Y A LOS POBRES.
LOS HAMBRIENTOS SE SACIARON DE SUS BIENES
Y ALEJÓ DE SÍ, VACÍOS A LOS RICOS. R.

ACOGIÓ A ISRAEL, SU HUMILDE SIERVO,
ACORDÁNDOSE DE SU MISERICORDIA,
COMO HABÍA PROMETIDO A NUESTROS PADRES,
A ABRAHAM Y DESCENDENCIA PARA SIEMPRE. R.